El ego siempre anhela el reconocimiento y la posesión, cuando el individuo asume posturas como «tengo esto» o «eso es mío».
El problema es que los deseos pueden incluso alcanzarse, pero nunca se satisfacen, porque siempre aparecen infinitas veces, generando, en muchos de ellos, sufrimiento y frustración.
La práctica del yoga calma estos vórtices no enfrentándolos en nuestra mente, porque eso solo empeoraría las cosas agitando y agitando aún más estos remolinos, sino porque mientras meditamos, la mente se calma, y así experimentamos la plenitud y la verdad verdadera felicidad dentro de nosotros.
Esto destruye la ilusión de que la felicidad depende de la satisfacción de necesidades, apegos y deseos.
¡Este paradigma es una ilusión construida por el ego, simplemente porque ya estamos llenos de felicidad! Simplemente cerremos los ojos y experimentemos la paz interior.
No se trata de tener uno u otro deseo, sino de la importancia que estas actitudes tienen en nuestra vida.
A lo largo de nuestra vida actuamos en el mundo de una manera que nos hace perder nuestra libertad.
A menudo, a la hora de alcanzar metas y objetivos, restringimos nuestra felicidad a estos logros, como si fueran moneda de cambio.
La verdadera libertad se conquista por la práctica de la acción desinteresada, es decir, por el desapego del resultado de las acciones.
